viernes, 15 de octubre de 2010

INTERNACIONALES: Ecuador

LA MOVILIZACIÓN FRENÓ EL ALZAMIENTO POLICIAL
La sublevación del 30 de septiembre contra Rafael Correa finalizó en una derrota. Sin embargo, dejó varios interrogantes ya que no fue un golpe clásico como otros que vimos en el continente.
Rubén Tzanoff
La Asamblea Legislativa ecuatoriana aprobó la Ley Orgánica de Servicios Públicos que sufrió modificaciones al ser vetada parcialmente. Ante eso, los efectivos policiales se amotinaron en el principal cuartel de Quito, argumentando que las medidas implicarían: la pérdida de bonos, condecoraciones, beneficios sociales, salariales y un perjuicio para su jubilación.
Los sublevados también actuaron en Guayaquil y otras ciudades del país tomando regimientos y bloqueando aeropuertos con el apoyo de algunos sectores de las fuerzas armadas, como las tropas de la Fuerza Aérea Ecuatoriana que bloquearon la pista del aeropuerto Mariscal Sucre.
La situación, de por sí grave, empeoró cuando Correa decidió asistir al cuartel de Quito para sofocar la sublevación personalmente. Allí fue agredido y luego secuestrado en un hospital durante nueve horas. Finalmente, fue rescatado por el ejército en un enfrentamiento armado con la policía.
Por la noche, desde el balcón del palacio presidencial, Correa calificó lo sucedido como “un intento de golpe de estado” detrás del cual también estuvo la mano de la Sociedad Patriótica y de los hermanos Gutiérrez (Lucio fue presidente del país). Así finalizó una jornada que dejó como saldo varios muertos y heridos, un país que durante varias horas no tuvo presidente y abrió una perspectiva incierta, con nubarrones de inestabilidad política.

¿POR QUÉ VOLVIÓ CORREA?
Es un hecho que la reacción política mundial contra la intentona fue casi inmediata, a la par de los acontecimientos. Se reunieron los mandatarios de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) que se pronunciaron rápidamente, al igual que los dirigentes de distintas expresiones políticas. El aislamiento internacional dio un claro mensaje a los conspiradores. Sin embargo, el factor clave que permitió la restitución del presidente, permaneció escondido por la mayoría de los medios de comunicación: fue la movilización del pueblo ecuatoriano. A pesar de la confusión, el miedo y el caos, miles y miles de personas se movilizaron en todo el país.
Las acciones del pueblo trabajador levantaron una muralla que impidió el crecimiento del apoyo a los sublevados y que el alzamiento derivara en un reclamo de destitución presidencial.

En este sentido, la declaración del estado de excepción decretada por el gobierno no debe ser un freno para la continuidad del protagonismo del movimiento de masas como garantía del triunfo obtenido.
Los pueblos se movilizan debido a que en América Latina los golpes son mayoritariamente rechazados. En Venezuela no lograron derribar a Chávez. En Bolivia no pudieron con Evo Morales. En Honduras sí se impusieron, pero el pueblo no está derrotado y sigue peleando por la recuperación de sus derechos. Intentonas hubo y, posiblemente, va a seguir habiendo, pero no cuentan con el apoyo de la población para imponerse a lo largo del tiempo. Ecuador no es la excepción.

SUBLEVACIÓN-ENSAYO
Lo más rancio de la derecha hace un balance en el que minimiza lo acontecido y centra la responsabilidad por los hechos en la política de Correa. Los reaccionarios locales y continentales afirman que: no hubo secuestro en el hospital, que la bronca la genera el propio Correa porque actúa arbitrariamente, que hay malestar porque el gobierno quiere avanzar sobre la prensa (se refieren a la nueva ley de medios demorada en la Asamblea Legislativa, a la limitación a los banqueros para ser propietarios de canales y al hecho de que el día de los acontecimientos se trasmitió en cadena nacional) y otras acusaciones.
Estos sectores, ligados a los grandes empresarios, las multinacionales, la oligarquía y el imperialismo; son los mismos que en lugar de rechazar de plano el golpe en Honduras, se focalizaron en responsabilizar a Zelaya por llamar a una Asamblea Constituyente y los que hoy afirman que Chávez tergiversó y exageró la magnitud de lo acontecido en el 2002 cuando fue depuesto por cuarenta y siete horas y luego retomó el poder.
En nuestra opinión, el gobierno de Correa dista de tomar las medidas progresivas que, aunque limitadas, toman Venezuela y Bolivia. Sin embargo, aún las tibias medidas de Correa y su ubicación como parte del bloque que reivindica el “Socialismo del Siglo XXI” y la “Revolución Ciudadana” , molesta a algunos poderosos locales y extranjeros.
No es fortuito que como expresión de ese malestar Colombia, el Gendarme latinoamericano del imperialismo yanqui, agreda sistemáticamente a Ecuador.
En este marco, las dudas que subsisten como resabio de los acontecimientos no nos pueden confundir. Los hechos fueron contundentes: un sector de las fuerzas policiales y militares se acuarteló, bloqueó aeropuertos y enfrentó a los tiros a los que estaban en contra, llegando a peligrar la vida de Correa a quien algunos querian asesinar. Aunque no apareció una proclama pública por la destitución presidencial y no fue un golpe clásico, objetivamente, la intentona iba en ese sentido.
Los sublevados hicieron acciones que se pueden comparar con el lanzamiento de un “globo de ensayo” para ver qué pasaba y cuáles eran las reacciones. La acción decidida del movimiento de masas en las calles les pinchó el globo.

DEPURACIÓN Y CASTIGO
Saludamos al pueblo ecuatoriano que tiene una larga historia de heroicas luchas. En trece años el país tuvo ocho presidentes, algunos de los cuales se fueron empujados por la movilización, como fue el caso de Abdala “El loco” Bucaram.
Desde el MST-Nueva Izquierda nos movilizamos junto a otras organizaciones políticas, el viernes 1º de octubre a la Embajada de Ecuador en Buenos Aires.
Estamos convencidos que hay fuerza de sobra para acorralar a los que se sublevaron y limitar su accionar futuro, ya que no se puede descartar que haya nuevas crisis. La policía venía siendo investigada por abusos y violaciones a los derechos humanos. Por eso, es más que oportuno que haya una profunda depuración y castigo a los responsables; para quienes no puede haber “ni olvido ni perdón”, como dijo Correa.
También es necesario que la base militar, la tropa, tenga derechos democráticos, que pueda organizarse sindicalmente, rechazar las órdenes de los oficiales de ir contra el pueblo y reprimir.

O SE CAMBIA POSITIVAMENTE O SE RETROCEDE
Los intentos truncados de derrocar a Chávez, Evo Morales y Correa, más el triunfo del golpe en Honduras, hacen necesario debatir sobre las posibilidades de los golpistas en la actual etapa y cuáles son las mejores medidas a tomar para que los reaccionarios no tengan base social.
Es evidente que la larga experiencia de los trabajadores y los pueblos latinoamericanos con los militares genocidas, facilita que no haya apoyo popular para imponer golpes generalizados a lo largo del tiempo. Esto no quiere decir que no haya intentos, pero hay una relación de fuerzas favorable para enfrentarlos con éxito.
La base está en la movilización y la lucha de los trabajadores y el pueblo. Sin embargo hay que profundizar las conclusiones y analizar el rol de los dirigentes que no van hasta el fondo en la resolución de los problemas concretos de las grandes mayorías. Las expectativas de cambio que no son satisfechas dan lugar al descontento que luego se expresa de distintas maneras: en el abandono del proyecto inicialmente visto con simpatía, en la pérdida de diputados y en la apatía popular.
La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAE), rechazó el accionar policial, pero no dejó de expresar críticas a Correa por el ataque de su gobierno a las organizaciones indígenas y sindicatos, por la imposición de leyes no consensuadas con los sectores populares, por la represión a las movilizaciones contra las transnacionales mineras, petroleras y agro comerciales, en un escenario que permite el fortalecimiento de los sectores más reaccionarios de la derecha.
Nosotros estuvimos, estamos y estaremos contra los alzamientos. A partir de esta ubicación, no podemos dejar de señalar que si no se avanza en cambios sociales y políticos favorables a los trabajadores y el pueblo, la derecha puede encontrar caldo de cultivo para su rearme.
En latinoamérica está por delante el desafío de avanzar en la unidad para enfrentar a los viejos partidos, los ajustes, al imperialismo y a las multinacionales.
Hay que frenar la entrega de los recursos naturales, dejar de pagar la deuda externa y utilizar esos fondos para satisfacer las necesidades más acuciantes de los de abajo, en el marco de amplias libertades democráticas.
La salida de fondo pasa por abandonar definitivamente el sistema capitalista cada vez más decadente y avanzar hacia el socialismo.



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Movimiento Socialista de los Trabajadores por una Nueva Izquierda