LOS QUE MANCHAN LA PELOTA
La pasión por el fútbol y el aliento a la Selección, no pueden esconder los desastres del capitalismo en sociedad con empresarios y políticos.
La pasión por el fútbol y el aliento a la Selección, no pueden esconder los desastres del capitalismo en sociedad con empresarios y políticos.
Rubén Tzanoff

Durante casi un mes el país debatió sobre tácticas y estrategias, se hizo un manojo de nervios en la previa de cada nuevo compromiso, se emocionó al escuchar el himno, vibró con los toques de Messi y el juego del equipo, se agolpó por miles ante cada pantalla gigante y festejó con alegría cada triunfo de la celeste y blanca. El fútbol genera pasión sin distinción de sexo, idiomas, razas y fronteras.
La expectativa por el desenlace del Mundial y por el desempeño de la Selección no puede esconder la utilización política y económica que los grandes capitalistas hacen a costa del juego más lindo del mundo. No puede ocultar que el evento se organizó en el país que ostenta una de las más grandes desigualdades económicas, políticas y sociales de la tierra.
UN NEGOCIO MILLONARIO
Las cifras que se manejan en el Mundial causan impacto. El volumen de dinero en danza supera ampliamente al que se mueve en otros eventos globalizados de gran nivel, como las Olimpíadas y el Súper Bowl norteamericano.
Es necesario alertar que las cifras que aparecen son relativas, ya que por debajo de las operaciones legales se mueven millones en negro, con modalidades operativas mafiosas para evadir impuestos y aumentar las ganancias de los empresarios involucrados.

Parte de los objetivos de esta “justa deportiva-económica” es poner en vidriera a los jugadores con miras a las transacciones a realizarse post-mundial. A los que terminen mejor ubicados, mejor les va a ir con las ventas, que parten de un piso increíble. Por ejemplo, la cotización del plantel de España es de 303 millones de euros, Argentina 293, Inglaterra 263, Brasil 223…
Las firmas deportivas de renombre facturan cifras siderales disputando por ampliar terreno en el mercado mundial. Adidas “auspicia” a 12 selecciones y “Patrocinar a los argentinos tiene para la transnacional un valor aproximado de 4.3 millones de euros al año, mientras que la Federación Mexicana de Fútbol firmó un contrato de 2007 a 2014 por un valor de 51 millones de euros”. Nike, auspicia a Brasil, también a Portugal y Holanda cuyos contratos oscilan entre los 50 y 80 millones de euros.
El turismo es otro de los rubros importantes. Se estima que visitan el país anfitrión unos 480.000 turistas de los cuales unos 100.000 desembarcaron sin entradas, activando el mercado negro de la reventa. En contraste, los africanos continentales, por fuera del país organizador, pudieron adquirir apenas el uno por ciento del total de las entradas en venta.
La audiencia estimada del Mundial sería de 40.000 millones de personas, lo que equivale a decir que este evento reuniría 6 veces la población total del planeta. Tanto público televidente es la base para una inversión publicitaria que se estima en un total de 19.500 millones de dólares, (Reporte Inversión Global Publicitaria en Sudáfrica 2010, de Euromericas Sport Marketing / Gerardo Molina & Asociados).
Durante un mes se configura un universo de negocios esplendoroso para un puñado de empresas capitalistas, mientras que para los trabajadores y el pueblo del país local es apenas una burbuja de alegría que desaparece con el pitazo final del torneo.
SOCIOS PARA FORTALECER EL CAPITALISMO
La mafia dirigencial del fútbol eligió Sudáfrica por dos motivos: como retribución a los dirigentes africanos que con sus votos salvaron al presidente de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), Joseph Blatter, en el año 2002 cuando dirigentes europeos lo quisieron echar por corrupto; y como un paso más en la política de ampliar el mercado de negocios del fútbol, fortaleciéndolo en los continentes en los que el juego no se practica con la misma intensidad que en América y Europa.
Como siempre que se habla de fútbol aparecen los intereses económicos y políticos entrelazados. Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica, presionó para que su país fuera elegido como sede (en 1995 fue anfitrión del Mundial de Rugby) para fortalecer el régimen político de su país, que luego de haber derrotado el apartheid (leyes de discriminación racial) está ordenado por congelar la revolución negra contra el racismo y la pobreza. Mandela intenta afianzar el capitalismo en base a la explotación de la minoría blanca afrikáners (colonizadores europeos) sobre la arrolladora mayoría negra (80%) compuesta por la población urbana y una gran diversidad étnica agrupada en tribus, que habla 9 idiomas distintos provenientes de las lenguas bantúes.
La consultora Euromericas, dio su opinión sobre las motivaciones de la sociedad FIFA-Sudáfrica: “Para el país anfitrión, esta será una gran oportunidad para mostrarle al mundo su capacidad de organización y para revalidar los avances económicos y sociales alcanzados a partir de la presidencia de Nelson Mandela; además de justificar la decisión de la FIFA para llevar el Mundial por primera vez a un país africano en pos de una clara estrategia de globalización del fútbol que viene desarrollando este órgano máximo”.
Como siempre, los gastos anunciados por los organizadores se duplicaron en relación a las previsiones, todo justificado por un supuesto beneficio en servicios públicos e infraestructura. Decimos supuesto porque, según diversos estudios, la organización de un Mundial y de grandes eventos del deporte no genera los beneficios económicos que se anuncian para el anfitrión. Por cada ganador se cuentan varios perdedores. Llegan extranjeros, pero se van los locales y los costos de organización son muy grandes, con una subutilización posterior de lo construido. Esto fue lo que pasó en la Eurocopa del 2000 (Holanda y Bélgica), en el Mundial del 2006 (Alemania), en los Juegos Olímpicos del 2004 (Atenas) y en otros casos. En Grecia en particular, la crisis capitalista fue abonada por la organización de los Juegos.
En realidad, estos eventos se hacen más por razones políticas que económicas. Así sucedió, por ejemplo, con el Mundial Argentina `78 organizado por la dictadura genocida para intentar unificar a la población en un ideal común y hacer creer al mundo que en el país estaba todo bien y se respetaban los derechos humanos.
Lo cierto es que, más allá de un pequeñísimo impulso económico puntual, los organizadores no son los que se favorecen en proporción a los gastos. Los que ganan en “buen humor social” y hasta en una parte de las finanzas son los que salen campeones y las grandes empresas del negocio futbolero que no tienen patria.
SUDÁFRICA, UN DESPILFARRO IRRITANTE

Se gastaron 1.400 millones de dólares para construir y remodelar estadios de gran nivel para usarlos sólo durante un mes, ya que están emplazados en un país en el cual no hay un interés arrollador por el fútbol y la mayoría de la población no cuenta con recursos para asistir a partidos locales, en algunos casos ni siquiera hay equipos de fútbol local.
Según la FIFA, el gasto total del torneo es de unos 6.269 millones de dólares, de los cuales Sudáfrica pone unos 2.500 millones, casi un 1% de su PBI (Producto Bruto Interno) y un 3,4% de su deuda externa.
Es un verdadero despilfarro para un país que tiene 49 millones de habitantes de los cuales la mitad apenas sobrevive por debajo de la línea de pobreza. “De acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Sudáfrica es un país marcado por las desigualdades, donde un cuarto de la población oficialmente no tiene trabajo y vive con un euro al día…”
La distribución de la riqueza es tan brutal que los más pobres, que son mayoría, sólo reciben un 6% del ingreso, y los más ricos, que son apenas un 10% de la población, se reparten más de la mitad de los ingresos.
Para colmo de males, la expectativa de vida es de 49 años y la epidemia de SIDA afecta a cinco millones de personas, ocasionando centenares de muertes por día.
Más allá de la pasión que podamos sentir por el fútbol, ni el Soccer City lleno con 95 mil espectadores haciendo sonar una vuvuzela cada uno durante un mes sin parar, pueden causar tanta irritación como el despilfarro capitalista sudafricano.
HAY QUE LIMPIAR LA PELOTA
Como una simple muestra de las relaciones fútbol-poder, basta recordar que los Kirchner mandaron su “delegación oficial” al Mundial, compuesta por los barrabrava amigos que utilizan para matonear en los conflictos. Salieron de la Argentina como “Pancho por su casa”, pero muchos tuvieron que volver porque no los dejaron ni entrar a Sudáfrica.

Al mismo tiempo, hay otra cuestión de fondo: el fútbol se transformó en una mercancía más del capitalismo, en un gran negocio. Cuando el pitazo del árbitro decrete el final del Mundial, los sudafricanos más pobres van a seguir siendo tan pobres como siempre. Y los negocios globalizados van a poner la proa hacia Brasil 2014. Van a planificar una fiesta más grande, más espectacular, más ostentosa, de mayores ganancias para los capitalistas del deporte y de aprovechamiento para los políticos cómplices. Ellos son los que manchan la pelota.
La mercantilización del deporte no va a desaparecer mientras exista el sistema capitalista de explotación y opresión. Sólo el socialismo puede garantizar una realidad distinta en la que el deporte y la competencia sirvan para el desarrollo físico y el esparcimiento integral del ser humano, en particular de las grandes mayorías representadas por los trabajadores y el pueblo.
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